miércoles, 23 de diciembre de 2015



MEMORIAS  RÚSTICAS  38
Villanueva en los años cincuenta

(Nota.-Estos capítulos y otros más los tendrán en LIBRO en oct.- 2016)
         Hablábamos de las pocas noticias del exterior que se colaban en el Seminario, y una, por supuesto, fue el ya aludido Concilio Vaticano II, del que vuelvo a resaltar el clima de renovación que aquel evento supuso, incomprensible, tal vez, para quienes no vivieron aquello. Hubo otras noticias gordas de las que se tuvo percepción entre los muros monacales. Noticia recurrente de aquellos años fue la guerra del Vietnam, que llenó de alarma al mundo, sobre todo a partir de 1964, con la intervención de EE.UU. Momento álgido fue entre diciembre de 1965 y abril de 1966, con los bombardeos masivos de EE.UU. mediante napalm y desfoliantes de la vegetación. Lyndon B. Johson ejercía la presidencia trágica. Le sucedió Nixon. Oíamos sobre aquello bastantes comentarios. Y la música de los 60’s, que también se colaba en el Seminario, aludía a ello, como: C’era un ragazzo, de Gianni Morandi (1962), de enorme éxito. El movimiento happy respondía al rechazo universal de la guerra.
         Recuerdo que se comentó allí de inmediato el asesinato de Kennedy, el 22-11-1963, el segundo año de mi estancia allí, cuando el dormitorio de mi 5º Curso estaba en la gran galería que se erige a la derecha de la capilla, segundo piso. Y desde esa misma galería, fuimos testigos del gran accidente de un autobús que, por la Cruz del Rastro, se cayó al río, el 26-4-1964, una tarde de domingo, cuando la gente iba al fútbol, al Arcángel. Jugaba el Córdoba/Levante. El autobús estuvo unos minutos en balanza ante el abismo, hasta que cayó. Hubo once muertos, entre ellos un hombre del Bar Correo (esquina Tendillas). Sólo dos lograron salir a flote: el cobrador y un pasajero.
         En 1964 ni siquiera el Seminario se pudo librar de los fastos y parafernalia con que el franquismo celebró aquello de “Los 25 años de paz”. No es que el Seminario celebrara nada, sino que se oía aquello por todas partes. Para el evento se preparó una película propagandística: Franco, ese hombre (Sáenz de Heredia, 1964). En el Seminario no se puso la película. Nosotros la vimos en el cine de verano del Campo de Fútbol. Recuerdo una escena, que ahora sé que es completamente falsa, cuando salía Calvo Sotelo hablando en las Cortes y gritaba La Pasionaria: “Ese hombre ha hablado por última vez”. Es una manipulación del Régimen: ni esa era la voz de Ibárruri ni la frase consta en el Diario de Sesiones. Me dice Juanito Carbonero que aquel verano se hizo un pase de la película en el cine de verano de la c/ P. Llorente, exclusivo para los curas y seminaristas de Villanueva (estaría yo en el campo). Por otra parte, “La Cruz de los 25 años de paz” era una especie de cruz griega, que se impuso como condecoración a militares, veteranos y gente del Régimen.

En 1967 se comentó mucho en el Seminario lo poco que llegó sobre la guerra de los 6 Días, guerra imperialista de los judíos contra los árabes. Una guerra relámpago entre el 5-10 de junio de 1967, que conquistó la península del Sinaí y puso en jaque a todos los países limítrofes, sobre todo a Egipto. De ello oíamos perfiles muy difusos. Parcas noticias del mundo exterior.
Cambiamos de tercio. Conviene ahora una breve síntesis sobre la esencia del Seminario: la vida religiosa. El objetivo allí era no sólo estudiar la religión, sino también vivirla. No se trataba de una religiosidad de manifestaciones externas, sino interior y personalizada, fundada en la meditación, la reflexión, las lecturas, el estudio y las orientaciones de las pláticas y de los padres espirituales (No se olvide que el Seminario lo dirigía el clero regular, los jesuitas). Tanto era así que, en semana santa, a las procesiones de Córdoba apenas nos llevaban. Oficialmente, sólo formábamos parte de una procesión: la del Corpus Christi. Vestidos de sotana y roquete, desfilábamos por las calles de Córdoba, 150 seminaristas por una acera, y otros 150 por la otra, delante de la célebre custodia de Enrique de Arce (s. XVI, de estilo gótico), en un recorrido espectacular, con tan nutrido acompañamiento. Las andas iban adornadas con unas flores, de blanco satinado, que yo no había visto nunca: las magnolias. Una exótica flor que aparece en los poemas de Rubén Darío.
En el Seminario, por tanto, no se impulsaba el culto iconográfico fuera de lo normal. En semana santa no íbamos de vacaciones a los pueblos. Esto sólo ocurría en Navidad, el día de San José (día del Seminario, para la cuestación) y en verano. La semana santa se orientaba hacia la religiosidad interior, algún día de retiro, actos litúrgicos y los oficios de jueves y viernes. Para los del sábado de gloria se acudía a la catedral, en medio de una solemnidad máxima y con la Schola Cantorum dando el do de pecho, desde los sillones labrados del coro catedralicio y a los sones y trompetas del gran órgano, que explosionaba con el Aleluya de Händel. Ocurría que varios conventos de Córdoba solicitaban seminaristas para ayudar allí los oficios. Un grupito (Paco Rot, por ejemplo) ya estábamos sobre aviso, y varios años acudimos a algunos de estos conventos de monjas, que ya no recuerdo, y dábamos solemnidad a estas celebraciones, con el aliciente de que, a su terminación, las monjas nos obsequiaban con algunas delicadezas pasteleras, de refinado paladar. El oficio del sábado de gloria se hacía sobre las seis de la tarde, porque a las diez o así teníamos que ir a la catedral. Allí se ceremoniaba el cirio pascual y la lumen Christi, mientras la Toccata y fuga, de J. S. Bach, volaba fugitiva entre los arcos de la Mezquita.
En Navidad estábamos en Villanueva, y también teníamos protagonismo en la Misa del Gallo, y también nos solían llamar las monjas de Las Obreras, con el consiguiente epílogo de exquisiteces navideñas. Recuerdo alguna vez haber estado en la sala interior, con algún seminarista más, don Sebastián Márquez, y sobre todo, el gran Cipriano Carmona, que hacía alarde de su gran voz de barítono, cantando villancicos. Qué gran persona fue Cipriano Carmona, y cómo tal vez la vida no le dio la oportunidad que se merecía. Así es la vida. Los cantamañanas se abren paso, y las personas de valía se quedan atrás.
Además del verano, la otra ocasión en que veníamos a los pueblos era el día de San José, día del Seminario. Nos repartíamos las tres parroquias y hacíamos la cuestación, con bandeja (y los billetes a la vista), en todas las misas. A Juanito Carbonero, de curso avanzado, le tocó alguna vez hablar en las misas. Yo me escapé, menos mal. Salíamos de casa con sotana y beca. Luego se hacía el recuento en el piso alto de la sacristía, y entregábamos la fuerte suma a don Marcial, que la mandaba al Seminario. Al día siguiente, regresábamos a Córdoba. Recuerdo una vez, seguramente en 1963, en que unos días antes de tal efemérides se presentó en el Seminario un periodista, maduro, de Radio Córdoba, para entrevistar a algún seminarista. Y los compañeros a una: “Eso, que hable Paco Moreno”. No sé qué pude decir. Afortunado olvido. Por otra parte, una devoción importante era el “mes de María” (mayo). Se iba a 1ª hora de la tarde a la capilla, repleta de ramos de celindas, un aroma típico cordobés y andaluz, y se entonaba el “Venid y vamos todos…”.
       FOTO.- La Rondalla del Seminario a la izq. de la foto. Fue la visita del Nuncio, en el patio grande del Seminario. A su dcha. el Obispo, seguido del Rector P. Huelin.  Fue el 27 abril 1963.  
              Francisco Moreno Gómez (fmorenogom@yahoo.es)

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